Capítulo II, espiando

Recuerdo aquella noche de verano, nunca fui buen estudiante y estaba estudiando para los exámenes de recuperación en septiembre, era una calurosa noche de agosto, en una época donde no era frecuente tener aire acondicionado en las casas, y las ventanas están abiertas para aprovechar la poca brisa de la noche, abiertas como las de Don Ramón, yo tenía una pequeña lámpara de estudio para poder leer mis apuntes, pero como siempre era incapaz de concentrarme, por eso, en cuanto don Ramón encendió su luz y el resplandor llegó hasta mi ventana, no sé porque, pero como por instinto apague mi lamparita…y muy quieto escondido tras mi cortina comence a mirar, tal vez el término correcto es espiar.

Don Ramón entraba en su piso, tal vez volvía de fiesta porque parecía un poco torpe en su deambular, llevaba una camisa ligera y un pantalón de verano, la camisa desapareció en un segundo tirada sobre una silla y ese pecho velludo que tantas veces se vislumbraba en la abertura de su camisa, se mostraba ante mí en toda su magnificiencia de macho maduro, su incipiente barriga tenía cierta pelusa velluda aunque menos que el pecho, pero hacia la cintura del pantalon la vellosidad aumentaba como una alfombra que da la bienvenida a la zona noble de una casa.

Yo permanecía como una estatua, como hipnotizado admirando ese prodigio de masculinidad, aunque Don Ramón no era lo que se consideraría hoy, ni tampoco entonces, un hombre atractivo, tenía un magnetismo animal, sobre todo para un muchacho como yo, que aunque ya sabía que me gustaban los hombres, nunca, nunca me había atrevido a ni siquiera insinuar mi deseo por uno, si, era completamente virgen, ni siquiera había besado a una chica mucho menos a un hombre, como máximo, alguna mirada distraída en los vestuarios de la piscina publica, allí vi los miembros flacidos de algunos hombres y chicos, pero por la noche en mi habitación a mi mente solo venían los recuerdos fugaces de esas pollas maduras que me inspiraron en mis primeras masturbaciones.

Me disperso, volvamos a aquella noche donde Don Ramón se paseaba torpemente sin camisa por su piso, desapareció de mi vista y al segundo otra luz iluminó el oscuro y vacío patio, procedía del pequeño ventanuco que tenía en su cuarto de baño, de inmediato mi pulso se disparó y con razón, Don Ramón abrió el ventanuco y el cristal esmerilado dio lugar a la visión de los blancos azulejos y la pequeña bañera…cerré los ojos y pedí un deseo…y se cumplió, Don Ramón en calzoncillos, unos calzoncillos blancos con bragueta y un poco holgados en las ingles estaba abriendo el grifo de la ducha, yo lo veía perfectamente, incluso intentaba no respirar para no mover la cortina y notaba como mi polla empezaba a endurecerse y a mojar mi calzoncillo.

Y ante mí apareció lo que en ese momento fue la imagen sexual más transcendente de mi corta vida, un varón completamente desnudo al que esta vez podía admirar no sólo por el rabillo del ojo, sus anchos hombros y musculosos brazos, ese pecho que tenía grabado en mi memoria, su barriga, que estando desnudo parecía más proporcionada, unos muslos robustos y velludos sobre todo en las ingles y asomando entre una selva de vellos con alguna cana…su polla.

Notaba la humedad en mi calzoncillo, mi erección pujaba por salir de la ajustada prenda y aunque no quería moverme, no lo pude resistir y libere mi polla…

Don Ramón estaba en la bañera, solo veía su espalda y sus nalgas, el agua caia sobre su cuerpo, no parecia lavarse sino refrescarse, no podía ver sus manos, no entendía que pasaba gasta que se giró…y entonces lo comprendí, su polla estaba erecta, enorme, brillante, parecía una columna de un templo griego y una de sus manos se movía lentamente arriba y abajo mientras la otra la tenía en su pecho acariciando sus pezones…y entonces me corrí, y en ese momento cambió mi vida para siempre.

Publicado por Viri Quod amo

Aquí contaré de forma novelada mis recuerdos, la línea temporal no es cronológica, no todo sucede tan deprisa como en los relatos.

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